“Cosa de nada si es lo que vas a comparar con otras hazañas que yo podría contar, (al público) y que no has jamás llevado a cabo; si es que alguien ha visto en toda su vida a un hombre más embustero o más fanfarrón que éste, aquí me tiene, soy todo suyo” Miles gloriosus (Comedias). Tito Macio Plauto.
Sepulcro de bronce del Mossen Borra, posiblemente realizado en Nápoles en 1433.
En el claustro de la Catedral de Barcelona, junto a la capilla de Santa Llúcia encontramos un curioso y bien conservado sepulcro de bronce del gótico final que no pasa desapercibido. De hecho, ya era de interés cultural para los visitantes de la Barcelona del siglo XIX, pues se describe en la Guía-Cicerone de Barcelona (1847) de Antoni Bofarull y en Viaje literario a las Iglesias de España, tomo XVII (1851), de Jaime Villanueva.
Según un documento del año 1408, el verdadero nombre del personaje allí enterrado es Antoni Tallander, nombrado según la inscripción grabada en la lápida funeraria como Borra o Mossen Borra, su nombre calificativo de distinción, al que se le atribuye el título de Domo Domini Regis, es decir, doméstico o perteneciente a la servidumbre de la casa del rey.
El sobrenombre de Mossen es una síncopa del título de Mosenyer o Monsenyor. Actualmente es un tratamiento exclusivamente clerical sin embargo fue muy utilizado en la Corona de Aragón y estaba reservado a los caballeros, a los ciudadanos honrados y a los que gozaban de honores militares.
EL PERSONAJE
“Algunos escritos de sus contemporáneos le llaman buen gramático, varón sutilísimo en todo linaje de chistes y agudezas para burlar la vanidad y orgullo de los que ostentan sabiduría más por amor a la lisonja que a la filosofía y a la virtud; de modo que, al paso que cuentan hechos y ocurrencias alegres y sobremanera chistosas, le prodigan el dictado de docto.”
Pi i Margall. Recuerdos y bellezas de España. 1850
Dibujo de Tallander basado en la figura de su sepulcro. Pertenece a una colección de postales de principios del siglo XX relacionada con personajes ilustres catalanes. Historiagrafica.com
A Mossen Borra lo hemos de situar en el contexto del Palacio Real del Rey Martí I de Aragón, conocido como el Humano o el Viejo, a caballo entre las cortes italianas y la Ciudad Condal. Se desconocen, o no se pueden atribuir con exactitud, los datos relativos a su nacimiento, afiliación paterna y educación. Versiones distintas sitúan su nacimiento en Barcelona y en Francia.
El archivero eclesiástico, Jaume Ripoll i Vilamajor, canónigo de la catedral de Vic desde 1800, expone en su Colección de monumentos que quizá fuera cortesano o servidor del rey Juan I, predecesor y hermano del rey Martí, o bien perteneció al padre de ambos, Pedro IV.
Eduardo Tamaro en su Guía histórico descriptiva de la Catedral de Barcelona, publicada en Barcelona en 1882, lo califica como “bufón o repentista y discreto militar en la corte de Alfonso V de Aragón”.
Los archiveros conservaron tres de sus cartas manuscritas informando directamente al rey Alfonso V de los resultados en sus misiones diplomáticas, escritas como crónicas pero con un estilo peculiar. Éstas fueron traducidas, estudiadas y publicadas en 1893 por Francisco de Bofarull, miembro de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona. A partir de ellas y a pesar de que su faceta como escritor empezó ya en avanzada edad, los historiadores han logrado reconstruir algunos hechos de Antoni Tallander, unos curiosos como que, servidor entre reyes, mandó escribir un libro sobre los estamentos de la república, “Summa de col·lacions o de justaments”.
Fragmento de una de las cartas manuscritas y firmadas dirigidas al rey Alfonso V.
Foto: Gobierno de España. Ministerio de Cultura
De los datos biográficos del personaje, los historiadores pueden documentar que estuvo al servicio de los reyes Martín de Sicilia, el Joven y de Alfonso V, el Magnánimo, en Nápoles. En 1413 apoyó con dos mil florines al rey Fernando I durante el ataque de Balaguer contra el legítimo aspirante al trono, el conde de Urgell. Tres años más tarde, el mismo rey le confió una complicada tarea diplomática enviándole al Concilio ecuménico de Constanza para llevar instrucciones secretas y de paso espiar al emperador Segismundo de Luxemburgo, rey de Hungría y Croacia y posterior el emperador del Sacro Imperio Germánico. El nuevo papa Martín V, mediante una bula de 1416, agradecía a Antonio Tallander sus excelentes servicios prestados en favor de la unión de la Santa Madre Iglesia concediendo a su hijo Juan una pavordía vacante en la iglesia de Valencia. Tras el éxito, regresó a Barcelona para continuar al servicio del rey Alfonso.
Según Francesc Massip Bonet, doctor en historia del arte, Antoni Tallander nació en Francia en el año 1360, siendo un francés catalanizado, hecho corriente y difícil de precisar puesto que ambas fronteras no estaban tan bien definidas como actualmente. Persona de baja estatura incluso en su tiempo, hombre muy letrado, fue calificado como un conocido comediante por el humanista renacentista italiano Lorenzo Valla. Probablemente entre truhanes y juglares, fue un orador lenguaraz de habilidades grandilocuentes cuyo renombre atravesó varias fronteras llegando al conocimiento de los filósofos.
“En 1414 el rey Fernando I, llamado el de Antequera, le denomina maestro de los albardanes y con este cargo sinónimo de truhán y bufón, consta en dos documentos.”
D. Manuel de Bofarull y de Sartorio. Real Academia de Buenas Letras. Jefe del Archivo de la Corona de Aragón.
La importancia del personaje queda bien patente también en el ámbito religioso, puesto que tuvo como valedores a las altas jerarquías religiosas catalanas como el obispo de Girona, después arzobispo de Tarragona, Dalmau de Mur. Sin duda, obtener un enterramiento en un lugar privilegiado de la Catedral de Barcelona es un gran indicador de una importante relación con la Iglesia.
Sus éxitos diplomáticos le precedían obteniendo grandes beneficios para él y sus hijos: Antonio que fue el heredero por ser el primogénito y al que también se le conocía como Mossen Borra y Juan que era canónigo. Además, su mujer pertenecía a una familia acomodada. No sólo los nobles acudían a él pidiéndole dinero, incluso el rey Fernando fue prestatario suyo en varias ocasiones para financiar sus proyectos.
Además de diplomático, militar, prestamista, comediante y todo lo aquí explicado, también tenía dotes para la música ya que, según un documento del Archivo de Protocolos del Colegio Notarial de Barcelona, era mestre de ministrers de boca de la Casa del Senyor Rey, esto es, maestro de los instrumentos de viento. Era el responsable de dirigir al grupo instrumental en sus actuaciones palaciegas.
“Mossen Borra poseía otros títulos que dan a entender claramente que estaba revestido de otras prerrogativas más allá que las del simple juglar. Y según consta en documentos reales, le fueron confiadas misiones diplomáticas de compromiso, que revelaron que gozaba de la alta consideración de las personas reales y que su nombre tenía gran prestigio en la corte.”
Francisco Baldello, presbítero. La Vanguardia española, Barcelona, 1970.
Tal era su fama que incluso el gran poeta medieval Ausiàs March le dedicó un poema en el que hacía alusión a su cercana muerte:
“O quant es foll qui tem lo forçat cas / é contra aquell remey es demanant
é qui poder se troba mòlt bastant / é no ‘l coneix pensant lo havér escás.
Vos sòu aquell amprant contra la mort / puix es forçat que en mólt breu temps morréu
noc menysprear son poder bè podéu / é no temènt morir sòu d’ ell estort”.
Según Josep M. Martí Bonet, canónigo de la Catedral de Barcelona, Mossen Borra era un curial de la corte de Pedro IV, quien en su sepulcro aparece con un cinturón distintivo de catador de vinos, puesto que cree no serían joyas de un caballero o cascabeles de un bufón, sino cucharillas de vino.
Antoni Tallander fue un personaje que ostentó reconocimiento social, poseedor de una alta situación económica, bien distinguido por su ocupación en las cortes reales, maestro de bufones y diplomático, que llegó a adquirir una casa en las murallas de Barcelona, en la Plaça de la Freneria, en la parte trasera de la Catedral de Barcelona y cercana al Palau Reial, pagando por esta propiedad la cantidad de mil quinientos sueldos barceloneses. El ilustre arquitecto Bonaventura Bassegoda afirma que, entre las varias propiedades que poseía en la ciudad, residió junto con su esposa Agnés Collell en la calle de Xuclà, antiguamente llamada “del Jutglar” recordando así su profesión. Francesc de Bofarull, jefe del Archivo de la Corona de Aragón, lo desmiente afirmando que esa calle ya se llamaba así en 1368.
“Mossen Borra apareció por primera vez en la corte de Martin en 1398; recibió 600 florines de oro por su matrimonio con Agnes Collel, una suma asombrosamente alta si se compara el dinero de equipo de los funcionarios nobles en la corte de Aragón en épocas anteriores; no lo necesitaba, porque aparece repetidamente como un prestatario de los gobernantes”
Heinrich Finke
En 1440, el Cabildo concede a Antoni Tallander el permiso para colocar su tumba en el claustro junto a la Capella de les Verges, actual Capilla de Santa Llúcia. “Atorga a mossen Anthoni Tallander Borra Cavaller que pogues fer i vas ab tomba sobre lo portal de les Vergens qui hix dins les claustres”. En ese momento hizo donación de doscientos florines para construir su sepulcro en las bóvedas del claustro. También dio orden de realizar dos retablos a los santos onomásticos de ambos esposos, Sant Antoni y Santa Agnès, en la capilla más cercana a su sepulcro.
Parece que este personaje de sabiduría jocosa enterneció al rey Alfonso V, quién dio un divertido mandato a su bodeguero para que se le permitiera alimentar con todos los vinos que deseara, italianos, griegos y españoles (vino dulce griego y latino, malvasia tirotónica, montonasi, vino especial de Calabria, moscatel, etc.) puesto que el rey creía que podría morir por su avanzada edad, rondaba los setenta, además de su problema de masticación ya que había perdido todos sus dientes. La carta firmada por orden del rey Alfonso en Castelnovo de Nápoles el 31 de diciembre de 1446 y citada por primera vez en 1572 en el “Libro de las grandezas y cosas memorables de la metropolitana insigne y famosa ciudad de Tarragona”, contiene el siguiente párrafo que ilustra sobre la personalidad del personaje de gran cómico famoso por su ingenio y admirado por todos los nobles:
“Vos el magnífico, noble y amado nuestro Mossen Borra, caballero, y la jocosa sabiduría que tanto agrada a los príncipes, pueblos y hombres, como que es la delicia del género humano, pide que nuestra magestad de quien sois tan estimado, provea de modo que vuestra salud, esto es la alegría de los hombres se conserve cuanto sea posible (…) habiendo prometido bajo juramento a la ciudad de Barcelona que ni aquí ni en el camino moriríais (…)”.
“No se han de tener en menos los vinos dé la ciudad y campo de Tarragona, pues por los escriptores son tan loados que son tenidos los vinos nombrados en el priuilegio que concedió el Rey don Alonso en la ciudad de Napóles en el castillo nueuo, a los xxx de Setiembre del Año mil quatrocientos e quarenta y seys a mossen Borra en el qual están nombrados todos los buenos vinos del mundo sino el de Tarragona que por su excelencia como a cosa notoria se dexo de nombrar”. Libro de las grandezas y cosas memorables de la metropolitana insigne y famosa ciudad de Tarragona (1572). Luís Pont de Icart
Esta carta, según desprende Francisco Bofarull de sus estudios, podría bien tratarse de un apócrifo ya que, entre otras dudas, está firmada seis meses después de la muerte de Borra, ocurrida en la misma localidad en la que residía el soberano. Jaume Ripoll, canónigo y primer biógrafo del Mossen, también duda de la autenticidad incluso de su existencia ya que nunca se encontró el original.
Sin embargo, el historiador alemán Heinrich Finke aporta una nueva teoría publicada en Analecta Sacra Tarraconensia (1936). Afirma que “se piensa que la carta fue falsificada porque se emitió el 30 de diciembre de 1446 y el 16 de julio del mismo año 1446, Mossen Borra fue mencionado en un registro notarial como muerto. No se ha tenido en cuenta que la fecha 1446 del 30 de diciembre significa el año anterior, 1445, porque el nuevo año 1446 comenzó de acuerdo con la ley de Pedro IV en la Navidad de 1445 y posiblemente la corte del rey Alfonso en Nápoles siguió la costumbre”.
Antoni Tallander, con más de ochenta años, falleció en julio de 1446 en el castillo Cápua, cerca de Nápoles (1448 y en Barcelona según Jaume Ripoll) adonde habría pasado en compañía de la corte de Alfonso V. Parecer ser que sus restos se trasladaron a Barcelona dos años más tarde aunque no hay documentación alguna en el Archivo de la Catedral de que se hubiesen enterrado en su sarcófago. Su mujer Agnés (Inés en castellano), que falleció en 1447, sí expresó en su testamento que se le enterrara en el sepulcro que su marido mandó construir.
EL SEPULCRO
“La seva làpida sepulcral és de bronze i està fixada al mur del claustre rebaixat a tal fi i tallat en forma d’arcada lobulada. Mossen Borra está representat jacent, vestit amb gales cortesanes, prop d’una inscripció que li dona el dictat de “miles gloriosus”, com si diguéssim “cavaller enfatuït”. La vida de Mossen Borra fou extraordinaria i s´hi troben barrejades la veritat i la farsa.”
Agustí Duran i Sanpere. Historiador, arqueólogo y archivero municipal de Barcelona
Fotos comparativas de la puerta de la Capilla de Santa Llúcia y del sepulcro de Mossen Borra en 1915 aproximadamente y en la actualidad.
En su enterramiento aparece representado con toda la riqueza de su vestuario, correspondiente al atuendo de un elevado cortesano. Estando en vida, Mossen Borra manda realizar su sepultura en el año 1433, como atestigua la inscripción de la lápida funeraria: “Hic jacet Dominus Borra, miles gloriosus. Facta fuit sepultura ista anno Domini MCCCCXXXIII”. Eduardo Tamaro lo traduce literalmente como “Aquí reposa el Señor Borra, soldado glorioso. Hízose esta sepultura en el año del Señor de 1433”. Parece ser que se realizó en Nápoles, donde se trabajaba muy bien el bronce, bajo la atenta dirección del interesado que ese año residía allí.
Las palabras miles gloriosus son origen de polémica y desacuerdo entre los historiadores. Pi i Arimon asegura que Antoni Tallander fue un militar presente “en algunos hechos de armas que le coronarían de gloria”. Otra versión, quizás la más extendida, se basa en que miles gloriosus, el militar fanfarrón, era el protagonista satírico y a la vez título de una de las comedias clásicas más famosas de Plauto. De aquí la relación a un posible oficio de bufón real, documentado en la escultura funeraria por su llamativa vestimenta adornada con un supuesto cinturón de cascabeles.
Efectivamente, el traje de la figura del sepulcro es bastante original. Sin embargo, no es raro encontrarlo entre la indumentaria civil del siglo XIV. En aquel tiempo se usaban trajes de caballero adornados con cascabeles y campanillas
“Hay en él (el sepulcro) la figura de nuestro Borra con un perro á los piés , encima de ella una Vírgen santísima de relieve con el niño Jesus en ademan de echar la bendicion, y á sus lados dos escudos de armas. El de la derecha contiene una planta ó flor que tal vez es una borraja por incluir el nombre de Borra: y el de la siniestra dos montecitos ó puigs que forman un collado ó tall con un árbol en la cima del más alto y una cruz en la del más bajo.”
Jaume Ripoll i Vilamajor, canónigo de la catedral de Vic a principios del siglo XIX.
En el siglo XIV, Catalunya vio un desarrollo de la estatuaria funeraria ya iniciado desde el siglo XIII debido al poder económico creciente. Tanto en el tema religioso como para perpetuar en los enterramientos las virtudes de los ilustres difuntos, esta condición favoreció una manifestación del sentido plástico. Será muy frecuente la representación del difunto yacente, que determina una personalidad y al mismo tiempo ofrece una versión idealizada de la muerte para expresar el reposo transitorio con la elevación del alma, representada como un niño o persona pequeña recogida por ángeles y elevada al Altísimo, mientras el muerto espera serenamente la hora de la resurrección.
El enterramiento contiene un arco gótico de soliloquio que alberga un sepulcro abierto a la pared. En este muro, siguiendo el testamento de Tallander de 1443, fueron realizadas las pinturas, muy dañadas actualmente, que representaban en su parte superior el tema iconográfico típico del arte gótico europeo: la escena del Calvario de Cristo. En él se muestra al Cristo sufriente agonizando en la crucifixión en el monte Gólgota, en las afueras de la ciudad santa de Jerusalén. Representación en la que también apareciera acompañado por las figuras de las mujeres santas del Nuevo Testamento que le atendieron. A ambos lados de la escena se encontraban las pinturas de los escudos heráldicos del arzobispo Dalmau de Mur, mientras en la parte inferior aparecen los de los Tallander y los Collell.
Ilustración que muestra las pinturas originales con el Calvario de Cristo y los escudos del arzobispo y de las dos ramas de la familia Tallander, hoy prácticamente desaparecidas.
Detalle del estado actual de las pinturas en la que apenas se distinguen las dos figuras femeninas del Calvario, posiblemente la Virgen María y María Magdalena y dos escudos heráldicos.
A partir de mediados del siglo XIV aparece en Europa el traje corto abandonándose la moda del traje largo y amplio, representando una primera etapa hacia la vestimenta moderna en Europa.
La moda de finales siglo XIV y principios del XV recibió influencia de los exóticos tejidos orientales, considerados muy atractivos en Occidente. Está documentado en los grandes tapices renacentistas, donde los cortesanos jóvenes o donceles portan grandes tocados o sombreros de ala recortada con vistosas plumas exóticas. Las mangas de los cortesanos se tornan muy amplias, del tipo de la hopalanda con bocagrande colgante. Una modernidad y refinamiento que podemos apreciar en la escultura yacente de Mossen Borra.
La indumentaria masculina más corta que muestran las piernas precisó de calzas más ceñidas. En los cortesanos eran de vivos colores, con predilección por el rosa considerado un color elegante a la par que simbólico en el género masculino. El rosa era el color de la piel sana y hermosa de los santos, el ideal máximo de belleza.
“Mossen Borra salta y corra”.
Estribillo de una antigua canción popular.
Toda la indumentaria de Mossen Borra refleja el lujo de las cortes europeas. Siempre los ropajes identificarán al personaje y su función social.
El calzado es de tipo poulaine de punta muy alargada y estrecha como gustó al uso medieval.
Los tejidos de los nobles usaron la seda e hilaturas metálicas, son abigarrados y brillantes.
Los caballeros se adornaban con grandes cinturones y pesados collares de joyas de oro, plata, piedras preciosas y perlas, que identificaban su orden de caballería.
En su descanso eterno los nobles reposaban sus cabezas en lujosas almohadas de suave seda u otros ricos tejidos.
La función primordial, mítica y universal del simbolismo del perro está relacionada con su función de psicopompo, el guía de los difuntos al mundo de los muertos, después de ser el compañero inseparable en la vida. Esta disposición de su fidelidad será recogida por el arte gótico, representando el perro la nobleza y la lealtad hacia el difunto; en este sepulcro indica como Mossen Borra tuvo en vida la misión de fiel servidor real.
LA LEYENDA POPULAR
Joan Amades explica en su libro Tradicions de la Seu de Barcelona (1932) que según la historia, Mossen Borra era un juglar o albardán del rey pero que, según la tradición, fue un rey que sin saberlo hacía el papel de juglar.
Continúa diciendo que el padre de Borra tenía el mismo cargo y oficio que más tarde tendría su hijo y que, cuando era niño, lo llevó a Palacio. Como todos los padres, quería lo mejor para su hijo, quería que viviera como un rey así que se las apañó para, acompañado de su mujer, llegar hasta la cuna donde dormía uno de los hijos del soberano y aprovechando un descuido de la nodriza hizo el cambio: dejó a su hijo y se llevaron el bebé del rey cambiándoles la ropa para que nadie lo advirtiera.
Y así fue, nunca nadie se dio cuenta del cambio. El hijo del juglar pasó a ser rey con todos sus honores, glorias y bienestar propios de la realeza, mientras que el pequeño rey, considerado un bufón, tuvo que vivir haciendo reír y divirtiendo a quien le habría de divertir a él.