Es de todos conocida la afición de la ciudadanía por visitar el zoológico y  contemplar sus animales pero no se conoce tanto la afición de nuestros monarcas medievales por las colecciones de animales, incluyendo fieras exóticas.

Ilustración de un león que aparece en el manuscrito Der Naturen Bloeme

Ilustración de un león que aparece en el manuscrito Der Naturen Bloeme (La “flor” de la Naturaleza o El libro de la naturaleza), escrito a finales del siglo XIII por el poeta flamenco Jacob van Maerlant. Se trata de una traducción modificada al holandés medieval del libro Liber de Natura Rerum de Thomas de Cantimpré escrito a mitad del mismo siglo. Como el original se perdió, sólo se conservan copias como la reproducida en Flandes o en Utrecht entre 14500 y 1500 y que se conserva en la Koninklijke Bibliotheek de La Haya (Holanda).

Así es, ya en la baja Edad Media los grandes señores y reyes de la Corona de Aragón se aficionaron a poseer animales exóticos ya que, además de tener un valor cultural por ser bestias nunca vistas por la población, supusieron un símbolo de poder y prestigio.

Las primeras noticias que tenemos sobre leones en Barcelona datan del siglo XII. Entonces las fieras se alojaban en los jardines y huertos del  Palau Major, fuera murallas, que se extendía algo más allá de la actual Via Laietana. En 1370, Pere III el Cerimoniós adquirió el Palau Menor, edificado en el siglo XII por los templarios, como regalo a su esposa Elionor de Sicilia. Fue a partir de entonces cuando la colección zoológica se trasladó a sus jardines.

Hemos de anotar de que fiera era el nombre genérico que se aplicaba a todos los animales exóticos, tanto leones, como leopardos, tigres u osos.

Mantener las fieras suponía un alto coste y éste se sufragaba a través de un impuesto gravado sobre la aljama o judería de la ciudad. Por lo tanto, sólo las poblaciones con una aljama importante podían tener fieras en sus palacios, como las ciudades de Barcelona, Valencia y Zaragoza o las villas de Perpiñán y Calatayud.

En una ocasión, el hijo primogénito del rey, el infante Pere d’Aragó, regaló un cachorro de león a un tal Arnau Torrelles de Tortosa para que lo criase en su castillo. En cuanto se enteró el rey, pidió que lo devolvieran inmediatamente ya que su aljama no era lo suficientemente importante como para sufragar los gastos de su manutención.

Leones enjaulados en el zoológico de Barcelona a principios del siglo XX . Foto: fotosdebarcelona.com

Leones enjaulados en el zoológico de Barcelona a principios del siglo XX .
Foto: fotosdebarcelona.com

Las juderías pagaban dos sueldos y siete dineros al día por cada fiera. Esto suponía un problema por las constantes reclamaciones debido a la irregularidad en los pagos. Con el asalto y destrucción del barrio judío de Barcelona en 1391 y posterior expulsión de sus habitantes, el impuesto de manutención recayó, por orden del rey Joan I, sobre los sueldos de ciertos altos funcionarios a los que se les deducía una cantidad semanal dependiendo de la cuantía de sus ingresos hasta un total de siete sueldos, importe mínimo necesario para el sustento de las fieras reales. El mismo rey y para dar ejemplo, pagaba tres sueldos diarios.

Pronto se dieron cuenta de la necesidad de tener a una persona encargada de las fieras, el leonero, por lo que el rey Martí l’Humà aumentó en seis dineros el impuesto a los funcionarios para cubrir el sueldo. Ocurría en 1399.

En esta época aparece la figura de Na Bartomeua, “se nomenava la qui pensava les besties selvatges y ocells del Palau”.  Efectivamente, una persona cercana al rey se encargaba de pensar los animales, es decir, de gestionar su cuidado y manutención. El mismo monarca se preocupaba de que no le faltase ni el dinero ni el sueldo, pagado al principio por la aljama y después por el Mestre Racional, una especie de subvención oficial.

Sabemos que en el siglo XIV Alfons IV, rey de Aragón y conde de Barcelona, regaló una pareja de leones al juez de Zaragoza, Miguel Palacín. El rey Joan I poseía suficientes leones como para regalar, años más tarde, dos parejas  al castillo real de Perpiñán y así cubrir el fallecimiento del que allí tenían. El mismo rey Joan I tenía un león macho en Valencia y como sabía que su hermano Martí tenía una hembra en Montblanc, se la pidió para conseguir una pareja. El rey Martí l’Humà recibió, como regalo del obispo de Tortosa, una leona y pidió a su hijo que le trajera otra desde Sicilia. Más tarde regaló una leona y un avestruz al rey de Navarra,  Carlos III el Noble. Eran habituales lo intercambios y presentes de animales salvajes como ciervos, leones, liebres, perdices, águilas y aves rapaces entre otros.

Imagen de una fiera del bestiario de Aberdeen, manuscrito inglés escrito en latín en el siglo XII), folio 8 verso

Imagen de una fiera del bestiario de Aberdeen, manuscrito inglés escrito en latín en el siglo XII), folio 8 verso.
Foto: Wikipedia.

El rey Ferran de Antequera, ya en el siglo XV, estableció una jerarquía en la que el funcionario más veterano era el encargado de la recaudar los impuestos de sus colegas. Además, las pieles de los leones que morían en la ciudad se vendían previamente adobadas, repercutiendo en su manutención.

A finales del siglo XV, el médico, geógrafo y astrónomo alemán Jerónimo Münzer realizó un extenso viaje por la península ibérica haciendo especial hincapié en la maravillosa colección de animales exóticos que poseía el infante Enric, nieto de Ferran de Antequera, en su lujoso palacio, situado al lado del convento de Sant Francesc, en la actual plaza de Medinaceli.

“Vimos allí un almizclero, animal mayor que el zorro; cabeza, boca y orejas semejantes a las del armiño; color gris con manchas blancuzcas y oscuras; cola y pies de perro, bicho colérico y furioso. Estaba, en una jaula de madera, sujeto con una cadena. El que lo cuidaba mandó que con la cadena lo amarrasen por la cabeza a la jaula y, tirándole de sus patas traseras, le levantó la cola, nos enseñó su miembro (porque era macho), y cogiendo los genitales, los invirtió como quien vuelve una bolsa del revés, dejando a la vista dos cavidades, una en cada testículo ; en una de ellas introdujo una cucharilla de vidrio liso, y en tres veces extrajo como dos dracmas de substancia odorífera, con la que me untó la mano, que estuvo oliendo a almizcle durante varios días.”

Jerónimo Münzer. Viaje por España y Portugal en los años 1494-1495

 

 

En el siglo XVI, en leonero deja de ser un cargo por nombramiento real y pasa a depender exclusivamente de los Consellers de la ciudad.

Conocemos algunos de los nombres que trabajaron como cuidadores de los leones. Nicolás Ça Pissa en época de Martí l’Humà, Antonio Barceló que en 1439 tuvo que poner una reclamación porque los funcionarios no le pagaban lo estipulado para el sustento de los animales, Joan de Lleó, Pere de Saldanya, Gilabert Salvà y Bernart Falcó, último de nombramiento real. Antoni Toreno, pintor; Cristóbal Riera, zapatero; Josep Benca y Joan Brenés, peleteros. Éste último, tras veinticinco años de servicio y herido desempeñando el cargo, pidió a los Consellers que aceptaran a su hijo como ayudante.

Ilustración de un león extraída de Historiae Animalium, la primera enciclopedia ilustrada de ciencias naturales.

Ilustración de un león extraída de Historiae Animalium, la primera enciclopedia ilustrada de ciencias naturales. Sus cuatro volúmenes se publicaron de 1551 a 1558. Su autor fue Conrad Gessner (1516-1565), un naturalista suizo considerado uno de los mejores de su época.

Pi i Arimón cuenta en su libro Barcelona Antigua y Moderna la anécdota de que, en el siglo XVI, el cuidador de los leones tenía tanta confianza puesta en sus dos animales que incluso se encerraba, comía y jugaba con ellos. Tenía por costumbre hacerlo siempre con la misma ropa, quizás para no asustarlos, hasta que un día cometió la imprudencia de entrar en la jaula con distinta vestimenta. Uno de  ellos no lo reconoció  y se abalanzó sobre él, despedazándolo. Una vez muerto, los leones se percataron  de lo sucedido y de la gravedad de su error por lo que dejaron de comer sin dejar de rugir fuertemente durante tres días. En otra época, ésta indeterminada, el leonero acostumbraba a pasearse por las estrechas calles de Barcelona con su león bien atado y domesticado. Un día pasó por su lado un muchacho que le dio una palmada en el lomo. El animal se enfureció tanto que le atacó. Si no llega a ser por la maestría y el dominio del cuidador, habría acabado con la vida del joven. Tal era la rabia contenida por el cachete recibido que el león murió repentinamente.

La procedencia de los leones fue  muy diversa. El sultán de Egipto regaló al menos uno al rey Pere III el Cerimoniós. En 1588 los Consellers reciben un cachorro de Joan de Cardona. Tres años más tarde, un marinero llegado de Argel regala otro león joven a la Ciudad. En 1605, un vecino de Vila-Seca regala una pequeña leona que a su vez le había traído un familiar desde Argel. En 1612, el virrey de Catalunya recibe un cachorro de león como regalo y decide donarlo a los Consellers. En 1652, el virrey Juan de Austria, hijo de Felipe IV, regala un tigre a la Ciudad y, cinco meses más tarde, dos tigres y una leona más por lo que los Consellers deliberan si aceptar tal presente debido al  alto coste en su sustento. Deciden aceptarlo por no despreciar un regalo del mismísimo virrey pero acuerdan no aceptar más animales. Años más tarde y rompiendo el acuerdo, aceptan otro león ofrecido por el yerno  del duque de Osuna, virrey en esos tiempos. En 1701, unos cautivos rescatados de un barco regalaron una leona jovencita a los Consellers y parece ser que fue la última adquisición que se mantuvo en el Palau Menor.

El  Palau Reial Menor fue derruido en  1856, propiedad entonces de la familia Requesens, para construir viviendas de alquiler y urbanizar la zona. Sólo se conserva la capilla de Santa María, modificada en el siglo XVIII y  en el XIX. Hasta hace poco una calle conservaba su nombre en recuerdo de lo que hubo allí: la Baixada dels lleons, actualmente es un tramo de la calle Ataülf.

Superposición planimétrica del Palau Reial Menor sobre el trazado urbano actual.

Superposición planimétrica del Palau Reial Menor sobre el trazado urbano actual.

La tradición medieval por los leones reales perdurará hasta entrada la Edad Moderna,  tal y como atestigua la gran obra de Miguel de Cervantes.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA
CAPÍTULO XVII
(Segunda parte, 1615)

DON QUIJOTE DE LA MANCHA CAPÍTULO XVII

Llegó en esto el carro de las banderas, en el cual no venía otra gente que el carretero, en las mulas, y un hombre sentado en la delantera. Púsose don Quijote delante y dijo:
-¿Adónde vais, hermanos? ¿Qué carro es éste, qué lleváis en él y qué banderas son aquéstas?
A lo que respondió el carretero:
-El carro es mío; lo que va en él son dos bravos leones enjaulados, que el general de Orán envía a la corte, presentados a Su Majestad; las banderas son del rey nuestro señor, en señal que aquí va cosa suya.
-Y ¿son grandes los leones? -preguntó don Quijote.
-Tan grandes -respondió el hombre que iba a la puerta del carro-, que no han pasado mayores, ni tan grandes, de Africa a España jamás; y yo soy el leonero, y he pasado otros, pero como éstos, ninguno. Son hembra y macho; el macho va en esta jaula primera, y la hembra en la de atrás; y ahora van hambrientos porque no han comido hoy; y así, vuesa merced se desvíe, que es menester llegar presto donde les demos de comer.
A lo que dijo don Quijote, sonriéndose un poco:
-¿Leoncitos a mí? ¿A mí leoncitos, y a tales horas? Pues, ¡por Dios que han de ver esos señores que acá los envían si soy yo hombre que se espanta de leones! Apeaos, buen hombre, y, pues sois el leonero, abrid esas jaulas y echadme esas bestias fuera, que en mitad desta campaña les daré a conocer quién es don Quijote de la Mancha

SIMBOLISMO

En la Antigüedad, el león fue considerado un símbolo de poder, estando asociado por su ferocidad y bravura, al déspota1 del Próximo Oriente. Desde los reyes asirios, el león fue cazado como deporte de la realeza.

Sarcófago sin identificar sobre dos leones sedentes en el claustro de la parroquia de la Concepció de Barcelona. Foto: fotosdebarcelona.com

Sarcófago sin identificar sobre dos leones sedentes en el claustro de la parroquia de la Concepció de Barcelona.
Foto: fotosdebarcelona.com

Símbolo solar y masculino, fue adoptado por la monarquía medieval. En su aspecto positivo, asociado a Cristo como potencia de la energía divina. También aparecía representado en las tumbas cristianas de obispos y reyes como símbolo de la resurrección, tradición adoptada del Antiguo Egipto, constituyendo una de las figuras alegóricas más poderosas del cristianismo.

Símbolo ambivalente y de opuestos, en su versión negativa, devorador de cristianos y representación del Anticristo.

El león aparece en las enciclopedias medievales de enseñanzas moralizantes, conocidas como bestiarios, borrando con su cola las huellas del cazador.

 

1 Soberano que gobierna con un poder total y que no se somete a ninguna ley.

BIBLIOGRAFÍA

CARMEN ORCASTEGUI CROS y ESTEBAN SARASA SÁNCHEZ. Miguel Palacín, Merino de Zaragoza en el siglo XIV
Jerónimo Münzer. Viaje por España y Portugal en los años 1494 y 1495 / versión del latín por Julio Puyol. Boletín de la Real Academia de la Historia, tomo 84 (1924), pp. 32-119
CAMÓS CABRUJA. Barcelona Divulgación histórica. Tomo I. 1945
ANNA M. ADROER I TASIS. Animals exòtics als palaus reials de Barcelona. 1989
PI I ARIMON. Barcelona antigua y moderna
JORDI VENTURA. Los judíos en Barcelona. Revista Destino. Núm. 1440. 1965

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